Versus Mall Plaza

Empuje- dice un pequeño autoadhesivo pegado a un costado de las puertas de vidrio. Con fuerza impulso y atravieso la entrada. Mis ojos no saben donde posarse. Una ensalada de colores, luces y cabezas me entorpecen la visión.
Me acerco a una tienda- Dijon -que horrible la ropa, que caro el bolso, que mal me atendieron.
Camino por el angosto pasillo y me frotan los cuerpos, me molesta y me enojo; me da hambre y me como una hamburguesa; el guatón de al lado grita y me salpica con su saliva; las pocas mesas me hacen imposible un cambio.
Respiro aliviado, no veo escolares (parásitos laxos que pierden el tiempo); familias abundan y me quiero ir.
Me detienen los cantos; actividad cultural que regocija a los presentes.
Aún tengo billetes en el bolsillo y me urge gastarlos. Otra tienda; no hay variedad, ese disco ya lo tengo, el descuento no me sirve.
Pasillos angostos y me irrito. Sólo veo zapatos y me río.
Fallabella, pago la cuenta, me faltan 10 lucas, el otro mes le digo, sonríe y me da la boleta.
Me compro un helado y me siento en un banco. A ese lo conozco -y esa no es la señora- el pelilargo me cohibe y la muchacha de tez morena me hace sonrojar.
Mil trescientos y ya son las 6. Mejor me voy o no tengo como devolverme.
Quiero salir pero la abundante masa hace que el proceso tome más que unos cuantos minutos.
Sacando fuerzas de flaqueza me acerco a la puerta-empuje-salgo y me pierdo, me distraigo, me subo a la micro, me siento, el pelilargo ocupa el asiento del lado, me pide la billetera, se la paso.
El también andaba de shopping.