Lloraba desconsolada. Sí, lloraba.
El gato recién se había escapado por la ventana y ya no tendría con quien más hablar.
Vuelve desgraciado, grité fuerte, mientras las palomas se echaban a volar asustadas por el ruido.
Y lloraba y no podía controlarlo. Las lágrimas se escapaban sin mi permiso, y postrada en mi silla, sólo me quedó esperar a que alguien volviera a acordarse de mí en este infierno.
Thursday, August 05, 2010
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